Estaban todas las luces prendidas,
todas las puertas abiertas,
en mi casa rica, fría
y nosotras dos estábamos
por tocarnos por primera vez
con manos ciegas
y en el vacío nuestros labios
inocentes, inertes,
unidos.
Autor: Val
Plegaria / Antonia Pozzi
Aceptame así, te ruego. Recibime
así como soy ahora. No me pidas
más. Sos fuerte, sé piadoso. Dame
tu mano tenaz. Haceme creer
en la vida, Antonello. Así de ardiente
ya fue mi vida, una brizna de césped
que se incendia en lo tupido y de repente
quema el monte. Una fuerza inmadura,
inflada, que no se conoce, loca, segura,
que un aliento de sueño respiraba
sobre la cosas y a cada una oscura
sombra con su aliento les bañaba.
Ahora, no más. Ahora el gran fuego está apagado.
Mi alma se parece a un lago llano,
un lago sin cielo, sin viento,
sin vida. Parece que fuera un
monte extraño, que nunca cambia la cara blanca,
llena de nubes. Una flor blanca,
aburrida, sin color, sin tallo, cortada
en otra ciudad. Odiame, amor.
Sé vos mi viento, sé vos mi cielo
y yo voy a ser el agua ruidosa
que calme tu mal. Sé vos mi tallo
que sostiene la flor muerta y con mucha
fuerza la va a revivir. Sé vos mi sol.
Sé vos la nube que juega en el medio
de la montaña, y yo te voy a dar violetas,
timo, gencianas, y una blanca línea suave
de estrellas alpinas. Sé vos mi sol,
la fuente de la vida, el alma buena.
Dale vos un nombre al destino que me toca.
Alma buena, aceptame, perdoname.
Viento / Antonia Pozzi
A Antonio Maria Cervi
El viento se empeña en abrir
un camino azul y bañado de sol.
Las nubes con alas se niegan
dando miraditas. Acá abajo,
el césped tupido se mueve y se sacude
en espasmos de plata. Yo estoy metida
en el césped hasta la rodilla, veo
los espasmo lanzarse hacia mí, los siento
fluir en mi sangre, locos e insanos,
y reducirse todos ansiosos
en un solo espasmo que tiene tu nombre.
Desapego / Antonia Pozzi
A Teresita Foschi
Vos te fuiste.
Sin querer las palabras
que yo tenía en el corazón y que no supe decir.
En el hueco de la puerta, nuestro beso
(suave, que apenas te rozó)
casi se partió en dos por el rayo
de luz que bajaba de las escaleras.
Yo me quedé
mucho tiempo en la mesa, frente
a un viejo retrato de mamá,
reflejando fijamente dentro del vidrio
mis ojos febriles y marchitos.
Amor a distancia / Antonia Pozzi
Me acuerdo de que, cuando estaba en la casa
de mi mamá, en el medio de la llanura,
tenía una ventana que miraba
los prados: en el fondo un bosque alto
escondía el Ticino y todavía más al fondo
había una raya oscura de colinas.
En ese entonces yo había visto el mar
una sola vez, pero guardaba
una triste nostalgia de enamorada.
A la tarde me fijaba al horizonte,
entrecerraba un poco los ojos, acariciaba
el contorno y el color en las pestañas
y la raya de colinas se aplanaba,
trémula y azul. Y me hacía acordar al mar
y me gustaba más que el mar de verdad.
Otra parada / Antonia Pozzi
a L.B.
Apoyame la frente en el hombro
que yo te acaricio despacio,
como si mi mano acompañara
una larga aguja invisible.
No sólo en tu cabeza: en cada parte
que duela de dolor y de cansancio
bajan cariñitos míos,
como hojas amarillas del otoño
en un charco que refleja el cielo.
Mediodía / Antonia Pozzi
a L.B.
En este dorado del sol
yo soy
un pimpollo peludo
colgado cruelmente de un hilo
para que no pueda florecer,
bañado de luz.
A mi lado vos sos
lo fresco tranquilo del césped
donde me gustaría hundirme
perdidamente
para desarmarme yo también
en una hojita verde y aturdida –
para tirar por raíces chiquitas
mi tristeza más profunda
y mezclarme con la tierra.
Ocaso enojado / Antonia Pozzi
El sol,
encorvado en la falda de la montaña
con tensión
rapaz
parecía un ojo naranja estupefacto
con pestañas
de rayos con hojitas
abajo de cejas enojadas
de nubecitas.
Parada / Antonia Pozzi
a Lucia Bozzi
Así,
con mi frente en tu falda
y tus manos en mi pelo.
Bajo los párpados, el claro calor
– toda la arena de una playa, al sol –
y adentro,
el silencio que se mueve en las olas
como un agua un poco oscura, sin espuma,
y el alma que vibra en su arrullo
como un molusco blando
que abrió su caparazón
a las caricias del mar.
Septiembre / Antonia Pozzi
Bosques míos
que las nubes de septiembre
recorren despacio
mientras las primeras hojas
se caen de las ramas
y juntan la humedad en los caminos;
mientras que en el cielo
los árboles se desnudan
así como en la tarde
cuando caen las sombras
desde las sierras
se oscurece la tierra
y en lo alto se revelan
los diseños del monte
y de las estrellas.
Bosques míos,
tienen tanta paz
en su muda
ruina,
que en paz ahora en mi
ruina pienso,
y soy como el que
está en la orilla de un lago
y mira suaves las cosas
que se reflejan en el agua.